EVALUACIÓN



Calificación
       De todas las aportaciones de nuestra biografía académica, cuando se habla de evaluación se tiene la idea de calificación, y términos que hemos creído sinónimos son los de fichas: “...además en esta etapa nos ponían fichas todos los días”, pruebas: "En primero de primaria nos hacían pruebas.”, exámenes, notas: “cada semana teníamos examen y una multitud de notas”, parciales: “Empezó a realizar exámenes parciales pero acumulativos”, papel: “Estudiar las cosas de memoria y explayarlas en el papel que nos ponían con las preguntas.”
        De esto se deduce que para todas nosotras la evaluación es un examen con preguntas que ha realizado el profesor que lo corregirá y pondrá una nota posteriormente. La superación con un 5 o más supone que se ha aprendido y menos de 5, no. Sin embargo, hay un error en la concepción generalizada de la evaluación. Es un medio del que dispone el profesor con el objetivo de garantizar el aprendizaje, y ha de subrayarse garantizar porque es el término que hace cambiar totalmente la idea que tenemos de ella. Como dice (Santos Guerra, M. Ángel, 2003) “La evaluación puede concebirse y utilizarse como un fenómeno destinado al aprendizaje y no solo a la comprobación de la adquisición del mismo”.

        Calificación o medición no es lo mismo que evaluación. Lo primero es cuantificación. El hecho de considerar la evaluación como una puntuación dentro de una escala, hace que la finalidad del alumno sea exclusivamente superar dicha calificación, aprobar sea cual sea el procedimiento y a costa de lo que sea, dejando de lado el descubrimiento, la investigación, el interés y sobre todo, la alegría de aprender. Además, esta práctica genera competitividad como aliciente para la formación. El alumno entenderá que lo esencial y más importante es llegar a la máxima calificación posible y para ello, creará una carrera individualista y a veces egoísta para que el resto de sus compañeros no le quiten el puesto. Otro rasgo negativo es el de generar una dependencia total del sistema burocrático, como dice Ivan Illich: “La institución escolar enseña la necesidad de ser enseñado” (Illich, Ivan, 1974) y un conformismo social. La vía para poder conseguir un trabajo en el futuro pasa por el éxito de estas pruebas que llevan directos a la obtención del título.

       Para resumir, la evaluación no debería concebirse como una calificación, debería aportar información útil y constructiva para el alumno y el profesorado, y no solamente información sobre el alumno. 

Registro de fracaso/éxito
       En cuanto a los sentimientos que se desprenden de nuestra experiencia académica, las palabras que surgen son las de sufrimiento: “Cada día que teníamos clase con ella era un gran sufrimiento.”, amargar: “La profesora de inglés nos amargó a todos durante todo el curso”, frustrada: “Pero cuando llegaron las notas vi que me quedaron 3 y otra vez me sentí frustrada.”, soportar, desesperante: “Nadie la podía soportar, era muy desesperante.”, incapaz: “Era incapaz de aprobar los exámenes.”
       Una de las consecuencias de utilizar la evaluación como simple seleccionador de aptos y no aptos, es la crear frustración y sufrimiento a quien haya sido embarcado en el navío de los fracasados. Los docentes ante la no superación de la evaluación alegan que el alumno no ha sido suficientemente trabajador, no es inteligente, no tiene base, no presta atención, no está motivado, etc. Esta postura anima a que el profesor se desvincule de la responsabilidad de recuperar a ese alumno que ya ha dado por perdido. Sin embargo, la evaluación no debería crear marginados ni sumisos, sino generar mejores condiciones de aprendizaje a través de la comprensión. “La escuela padece el mal de la desconfianza”, según extrae Paco Espadas del libro Cómo la educación apostó al caballo equivocado de Frank Smith (Sofistas21, 2011), y esto se aprecia en los sentimientos expresados en nuestras biografías. La astucia por querer aprobar los exámenes sin esfuerzo lleva al docente a diseñar su evaluación bajo la premisa de que el alumno utilizará malas artes para superarla. El alumnado aprende a percibir que sus actuaciones son vigiladas y sometidas a un juicio del que depende en gran medida su futuro.

         En resumen, la evaluación no debería crear sentimientos negativos como los de frustración o sufrimiento, sino provocar el deseo de aprender.


Un elemento de penalización
         Dos roles quedan bien definidos en nuestras biografías, la del profesor, con el poder de decir y hacer, algunos de cualquier manera, y la otra la del alumnado, que ante la amenaza de no poder alcanzar el éxito al aprobar, obedece y asume su papel.
  •           “Mi profesor de Tecnología, que a veces perdía los nervios y estábamos expuestos, según  el día a su diferente estado de ánimo, si le caías bien te evaluaba con un sobresaliente y si no, pues te atacaba frecuentemente ridiculizándote en clase, un poco triste pero la realidad.” o “Era muy mal hablada. Los exámenes eran muy difíciles y además no explicaba casi nada."
      “Atacar”, “ridiculizar”, “si le caías bien”, “mal hablada”, “no explicaba casi nada”, todas estas percepciones, las del uso de la evaluación como arma de castigo o disuasión, nos lleva a cuestionarnos a qué valores sirve y a qué personas beneficia la evaluación. Según (House, 1994) “En la evaluación hay poder (que debe ponerse al servicio de las personas) y debe haber ética...”, en vez de generar sentimientos de sometimiento, temor, injusticia, discriminación, arbitrariedad y desigualdad.
         La información que debe salir del docente siempre ha de ser constructiva, basada en el diálogo, la comprensión, la mejora, el estímulo, la orientación y por supuesto, en el aprendizaje.

Criterios estandarizados
          Todas hemos dado por sentado que en la evaluación quien decide es el docente y en ocasiones hemos sufrido injusticias a la hora de ser evaluadas, primero porque se considera una actividad meramente burocrática, donde el profesorado ha invertido poco o nada en diseñar los criterios, y lo que es más, las opiniones de los evaluados se ignoran. Sin embargo, la evaluación debe ser un proceso de dialogo, los alumnos deben tener parte en la decisión sobre el sentido y el desarrollo del proceso, los criterios, su aplicación y el resultado de la misma: “Otros en cambio preferían la presentación de un práctico y la exposición oral, dando lugar a expresarnos y a poder decir lo que habíamos entendido del trabajo.”

         Además, cómo no caer en injusticias cuando se tiene que reducir a un número el trabajo realizado por una persona. Aunque la evaluación es siempre subjetiva, ya que no existe ningún método que nos indique con exactitud la cantidad de conocimiento de una persona, sí se puede hacer con cierto rigor si se utilizan métodos diversos que posibiliten la rectificación “Cuando necesitábamos su ayuda él estaba ahí y te explicaba todo de una forma muy correcta y las veces que te hiciera falta hasta que la entendieses.” y en la evaluación participan varios evaluadores profesionales y que conozcan a sus evaluados “También tuve profesores muy buenos que valoraban cada esfuerzo y tenían en cuenta cada a una de las situaciones personales de cada uno.”


Categorización

          Cuantas veces habremos escuchado “Es así porque lo digo yo y punto”. Cerrarse en banda y no dar oportunidad a otras sugerencias a la hora de evaluar, puede llevar a un dogmatismo férreo y hermético que terminará jerarquizando y atemorizando al alumnado.

         La evaluación, al igual que una práctica educativa concreta, no siempre es válida y por ello, hay que evaluar la evaluación y esta debe considerar el error como parte del aprendizaje: el error por parte del docente y el error por parte del alumno. Si se considera el error como algo que no es penalizador sino modificable, el deseo de aportar crecerá y además, la re-elaboración de dicho error, lleva consigo el objetivo de la evaluación que es el aprendizaje. Si por el contrario todo error descalifica, el alumno tenderá a querer acertar siempre y la manera que lo hace es reproduciendo de una manera aséptica y superficial lo que ponen en los libros de texto: “conforme vamos pasando de curso las cosas cambiaban y se empezaban a estudiar las cosas de memoria y explayarlas en el papel.”, “...temas que te los sabias de pe a pa.”, “En bachillerato algunos profesores no sólo exigían el estudio memorístico sin dar a lugar a nada que no fuera el material dado, ni a la comprensión del mismo.”


Valoración superficial
         Como ya hemos mencionado anteriormente, del error se aprende siempre y cuando este se detecte, se entienda y se den pautas para poder superarlo. Sin embargo, el uso de exámenes cuyo contenido se desconoce, es calificado sin explicar después en qué se falla, por qué y cómo superarlo y volvemos a repetir el mismo método, llevará al alumno a perderse y hundirse o enfadarse. Dar oportunidades de mejora, de reconstrucción de la práctica, de pensar más en la superación que en el acierto hará que cada alumno aprenda a construir su propio conocimiento y cada vez sea más autónomo a la hora de abordar cualquier actividad de su vida: “Nerea, si has llegado hasta aquí es que puedes, así que ¡ANIMO”! Esa frase me marcó y me ayudó a tener más confianza y seguridad en mí misma, por lo que comencé a aprobar.

        Como conclusión, y en palabras de Miguel Ángel Santos Guerra, la evaluación debería ser “... un camino que, al ser recorrido de forma inteligente y responsable, nos ayuda a entender lo que sucede y por qué, nos facilita la rectificación del rumbo, el reconocimiento de los errores y la mejora de la práctica” (Santos Guerra, M. Ángel, 2003) o como dice Paco Espadas, parafraseando al filósofo Wittgenstein, “la preocupación por la evaluación debe ser como la escalera que se abandona una vez alcanzado el lugar al que se pretende subir. Hay que preocuparse mucho más por la educación que por la evaluación.” (Sofistas21, 2011)

       Ante concepciones negativas de la evaluación deberíamos sustituirlas por las que nos hubiera gustado recibir cuando fuimos evaluadas:
Concepciones negativas
Medir, calificar, comparar, clasificar, seleccionar, jerarquizar, atemorizar, sancionar, acreditar, juzgar, exigir, promocionar.
Concepciones positivas
Aprender, dialogar, diagnosticar, comprender, comprobar, explicar, mejorar, reorientar, motivar, rectificar, contrastar, reflexionar.
Referencias
Illich, Ivan. (1974). La sociedad desescolarizada. Barcelona: Seix Barral.
Santos Guerra, M. Ángel. (2003). Una flecha en la diana, La evaluación como aprendizaje. Madrid: Narcea, SA ediciones.
Sofistas21, P. P. (2011, julio 14). ESCUELA DE CIUDADANIA: ¿ENSEÑAR Y APRENDER SIN CALIFICACIONES NI SUSPENSOS NI CONTROLES? Por Paco Espadas. ESCUELA DE CIUDADANIA. Recuperado a partir de http://escueladeciudadania.blogspot.com.es/2011/07/ensenar-y-aprender-sin-calificaciones.html

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